Si a finales del siglo XVIII la revolución industrial hizo posible la llegada de la fábrica y la consiguiente producción masiva de bienes hasta un punto que nadie podría haber imaginado en ese momento, trescientos años más tarde ha surgido una nueva tecnología que por todos los indicios está llamada a protagonizar un nuevo hito: La impresión 3D.
Al contrario de lo que hoy día ocurre en las fábricas, esta novedosa tecnología permite que el coste de fabricación no dependa del número de piezas fabricadas: El precio es el mismo desde la primera pieza. Y no sólo eso: Los artículos pequeños pueden ser realizados por impresoras de pequeño formato ubicados en una oficina, en una tienda tipo copistería, e incluso en casa; los artículos grandes -armazones de bicicletas, paneles para automóviles, piezas de aviones- necesitan una máquina más grande y un poco más de espacio.
Por el momento, el proceso es posible solo con ciertos materiales (plásticos, resinas y metales) y tiene una precisión de alrededor de una décima de milímetro. Al igual que con la informática en la década de 1970, está reservado para aficionados y empleados de unos pocos nichos académicos e industriales. Pero como con la informática antes, la impresión 3D se está extendiendo cada vez más rápido, en tanto la tecnología mejora y los costos caen.
El proceso aditivo para la fabricación 3D presenta varias grandes ventajas sobre la convencional:
1º) Permite reducir los costes mediante la eliminación de líneas de producción.
2º) Permite reducir enormemente el desperdicio.
3º) Permite la creación de formas complejas.
4º) Permite la producción de un solo artículo de forma rápida y barata
Durante muchos años, las impresoras 3D se utilizaron principalmente en la industria aeroespacial, médica y automotriz. Una vez que el diseño estaba terminado se creaba una línea de producción y las piezas se fabricaban y ensamblaban utilizando los métodos convencionales. Pero la impresión 3D ha mejorado hasta el punto de que empieza a ser utilizada para producir los artículos terminados. Y debido a que cada elemento se crea de forma individual, cada uno puede ser ligeramente diferente con casi ningún costo adicional.
Así como nadie podría haber predicho el impacto de la máquina de vapor en 1750 -o de la imprenta en 1450, o el transistor en 1950- es imposible prever el impacto a largo plazo de la impresión 3D. Pero la tecnología viene, y está afectando a todos los que tocan ese terreno. Las empresas, los reguladores y los empresarios deberían empezar a pensar en ello ahora.
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