Ingenieros y diseñadores han estado usando impresoras 3D durante mucho tiempo, aunque la mayoría de ellos las han usado para hacer prototipos rápidos y baratos antes de encargar a una fabrica la producción del objeto final.
A medida que las impresoras 3D han logrado ser capaces de trabajar con materiales distintos, incluyendo plásticos de fabricación y metales, las máquinas están dando paso a la producción del objeto final, hasta el punto de que más del 20% de lo que producen hoy día las impresoras 3D son productos finales. Para Terry Wohlers, que dirige una empresa de estudios de mercado, la cifra se incrementará hasta el 50% para el año 2020.
El uso de impresoras 3D como herramientas de producción ha recibido la denominación de "fabricación aditiva", en oposición a la fabricación tradicional, basada en "sustraer" material mediante corte, pulido, etc. El proceso aditivo requiere menos materia prima y, lo que es más importante, cada artículo puede ser fabricado de manera diferente sin recurrir a procesos que de otra manera serían excesivamente costosos. Imprimir en 3D puede sonar a ciencia ficción, pero de hecho no es nada distinto a clickear sobre un ordenador, y enviar un fichero a una impresora que irá depositando capa a capa el material hasta que al final obtengamos un objeto que se puede tocar. Las capas son definidas por un software que se ha encargado previamente de seccionar matemáticamente el diseño 3D creado con un programa tipo AUTOCAD, o creado mediante escaneo tridimiensional.
Will Sillar, de la consultora británica Legerwood, opina que no tardaremos mucho en ver lo que él llama "la planta de producción digital": esos futuros centros de producción contarán con múltiples impresoras 3D de alto volumen (a los expertos en industria gráfica les vendrá a la mente el típico taller de impresión digital) que recibirán los diseños directamente de los consumidores, quienes a su vez los habrán descargado de internet (de manera similar a como hoy día descargan música) y tras retocarlos a su gusto los mandaran imprimir como hoy día se hace con las fotografías digitales. ¿Sueño? ¿Realidad? Quizá sea más acertado pensar que una nueva revolución industrial se ha puesto en marcha.
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